El corazón se ha dormido.
Silencio, no le despiertes,
que asi, durmiendo, durmiendo
ni pena ni olvido siente.
Que no oiga el ruido del llanto.
No escuche los pasos leves
de la soledad del alma
cuando, sin llamarla, viene...
Ni las palabras heladas,
ni los mutismos que hieren,
ni la canción del amor
que veloz pasa y se pierde...
De tanto ver los desengaños
Cansados los ojos tiene,
por eso los ha cerrado.
Silencio..., no le despiertes...
Pilar de Valderrama
Es un poema que escuche en labios cercanos y me parecio bellisimo
Hoy reposaba en un libro entreabierto y mi curiosidad por su autora me hizo descubrir...
Pilar de Valderrama Alday Martínez y de la Pedrera, nació en Madrid (27/09/1889), hija de Francisco de Valderrama Martínez, natural de Santurce (Bilbao), y Ernestina Alday de la Pedrera, de Santander. Su padre fue abogado brillante, diputado por el Partido Liberal antes de los 25 años, y gobernador de Oviedo, Alicante y Zaragoza. En la capital aragonesa, a los cuarenta días de nacer, la niña —de ahí su nombre— fue presentada a la Virgen del Pilar. Después la familia se fue a Mardid tras la muerte del padre. Pilar recibió allí la formación otorgada entonces a las muchachas de su clase social, y estudió como interna en el Sagrado Corazón de Chamartín, adquirió un buen conocimiento del francés y, según recordará en un poema, era considerada algo extraña por sus compañeras: “Cuando yo era niña —niña ya crecida— / me llamaban rara, / porque con las otras niñas, mis amigas, / apenas jugaba...”. Cuando Pilar conoce al palentino Rafael Martínez Romarate, amigo acomodado de Fernando(hermano de Pilar), es un flechazo. Se casan enseguida. Es junio de 1908. Ella tiene 20 años; él, 22. Son jóvenes, ricos, de gustos refinados. Según Valderrama, su marido no resultó, cariñoso con ella y con ninguno de sus tres hijos. A éstos no los acariciaba ni besaba nunca. Al marido le gusta el teatro, con afición especial a la escenografía y la decoración. Pilar escribe poemas, según ella “a escondidas como si cometiera un delito”, aunque Las piedras de Horeb llevaba ilustraciones de su marido, lo cual parece demostrar su aprobación.
Un día su marido le confiesa, que acababa de suicidarse una joven con la cual, a espaldas suyas, mantenía relaciones desde hacía dos años. Pilar conocía de sobra el carácter donjuanesco de su marido, pero esto era diferente. Se trataba de un “hecho trágico que me impresionó dolorosamente, marcando un cambio en mi vida íntima, alterando su rumbo como si se partiera en dos etapas: el antes y el después”. Su primer impulso fue huir de casa, alejarse de una persona que ya le era insoportable. Por fin dijo a su madre, ignorante de lo ocurrido, que estaba mal de los nervios y se marchó a Segovia—con la tarjeta de presentación para Machado— “en busca de sosiego”. Después de algunos días mandó a Machado, a través de un botones, su tarjeta, y aquella misma noche, el poeta se presentó en el hotel Comercio, Valderrama es ferviente admiradora de la poesía de Machado. “La leía con tanta frecuencia”, recuerda en su autobiografía Sí, soy Guiomar (1981), “que yo que nunca tuve en la memoria ni los versos míos, me sabía los suyos de tanto repetirlos en silencio”. Y sigue la musa: “No puedo expresar la emoción que tuve al encontrarme con él y estrechar su mano. Era el poeta tan admirado el que estaba ante mí, con su desaliño, sí, pero con un rostro bondadosísimo, una frente ancha y luminosa, una cabeza, en fin, admirable sobre un cuerpo alto, desgarbado y poco atractivo. Al verme, no supe qué pasó por él, pero advertí que se quedó como embelesado, pues no cesaba de mirarme y apenas habló para decirme cuánto sentía estar tan ocupado con los exámenes, que no podía acompañarme ni atenderme como sería su deseo.
La pareja comienza a frecuentar un café de Cuatro Caminos, el poeta había buscado allí un escondite para sus entrevistas con la musa. En sus cartas a la amada Machado lo llama “nuestro rincón”, o “nuestro rincón conventual”. Valderrama, por su parte, recuerda con nostalgia, en Sí, soy Guiomar, “un salón grande” donde se sentaban “en unas incómodas sillas ante una mesa de mármol, acompañados siempre de algunas parejas de empleados y obreros”. Desde el primer momento, si creemos a Valderrama, ella impuso las condiciones que debieron regir la relación, y le dijo al poeta que por fidelidad a sus creencias, a sus hijos y a sí misma “no podía ofrecerle más que una amistad sincera, un afecto limpio y espiritual, y que de no ser aceptado así por él, no se volveríamos a ver”. Y Machado, según ella, contestó: “Con tal de verte, lo que sea”. Valderrama reconoce que Machado, en virtud de tal pacto, padeció la tortura “de la barrera que nos separaba materialmente”, su posición frente a la diosa se parecía mucho a la del trovador medieval: amor cortés, sí; sexo, no.
Toda vez que, como dice Machado en un poema no publicado en vida, Pilar le había buscado a él, no al revés, las condiciones impuestas se podían considerar harto injustas: “Tú me buscaste un día / —yo nunca a ti, Guiomar, / y yo temblé al mirarme en el tardío / curioso espejo de mi soledad...”.
Valderrama calcula, en sus memorias, que Machado le escribió unas 240 cartas a lo largo de los siete años de su relación, de las cuales ella quemó todas menos “unas cuarenta” en vísperas de la Guerra Civil, escogidas “al azar las que estaban encima, sin releerla siquiera por la premura del tiempo”. De las dirigidas por ella al poeta no parece haberse salvado ninguna. La pérdida de esta correspondencia es una tragedia. Las de Machado constituían una especie de diario íntimo, y hoy serían un documento de inmenso valor para conocerlo mejor.
Para empeorar esta situación, las cartas de Machado salvadas de las llamas fueron manipuladas después por su destinataria cuando decidió darlas a conocer en parte. Se recurrió entonces a cortes e incluso a tratamientos con decolorantes para borrar pasajes considerados imprudentes o arriesgados. Gracias a Cartas a Pilar, la correspondencia existente, conservada en la Biblioteca Nacional de España, se puede leer ahora en su correcto orden cronológico.
Y buscando, buscando he descubierto este otro poema de Machado...
MI CORAZON SE HA DORMIDO?
¿Mi corazón se ha dormido?
Colmenares de mis sueños,
¿ya no labráis? ¿Está seca
la noria del pensamiento,
los cangilones vacíos
girando, de sombra llenos? No, mi corazón no duerme.
Está despierto, despierto.
ni duerme, ni sueña, mira,
los claros ojos abiertos,
señas lejanas y escucha
a orillas del gran silencio.
Colmenares de mis sueños,
¿ya no labráis? ¿Está seca
la noria del pensamiento,
los cangilones vacíos
girando, de sombra llenos? No, mi corazón no duerme.
Está despierto, despierto.
ni duerme, ni sueña, mira,
los claros ojos abiertos,
señas lejanas y escucha
a orillas del gran silencio.
El poema és preciós. Els dos ho són.
ResponEliminaPerò saps què? A mi no m'agrada gaire, tenir el cor adormit... :) és el que m'ha fet pensar de primer impuls.
Bona nit sargantana... el vos sí que ha de dormir.
Hi ha qui creu que Pilar Valderrama no és la Guiomar a qui Machado dedica els seus poemes.
ResponEliminaGuiomar és un personatge imaginat pel poeta, no és el seu gran amor Leonor que va morir tan jove ... però si una figura onírica que la recorda.
Pilar és l'amiga, confident. Guiomar és l'amor somiat, imaginat ... que no existeix.
Bona nit Sargantana.
Amiga, pobrecito Machado... Que pena que no decidiera Guiomar echarse la manta a la cabeza... Echarse al monte... Como deberia haber sido...
ResponEliminaPero no, las convicciones de Guiomar lo impedian...
Pobrecito Machado...
Carme
ResponEliminapotser nomes un moment perque somii i prou...
Pere
Que n'es de complexe el cor...!!!
Antiqva
pues sabes?? a mi casi me da mas pena ella